domingo, 7 de septiembre de 2014

Era un sueño sexual


Hace tanto que no escribo que he perdido toda facilidad, me he quemado las palabras dentro de mi y ya no se como se hacia. En esta maquina no se pueden poner acentos, no puedo escribir tan rapido como pienso y tampoco pienso tan rapido como siento. Ojala pudiese presionar mas las teclas. Ojala sirviera de algo.
Me estoy muriendo y nada ni nadie se da cuenta. Todos miran y nadie observa; en especial, los que estan mas cerca. Estamos todos muertos. Tan muertos que ni mil cajetillas haran ninguna diferencia, ni mil cajas de venlafaxina, ni mil kilos de mota o peyote o de hoongos ni tampoco mil litros de alcohol.
Estamos muertos. Eso nos hace creer que un dejo vacio de placer nos llena, que nos hace humanos.
Estamos muertos y solos. Las sombras de los lobos nos carcomen las entrañas porque queremos sentir algo, asi solo fuera la autodestruccion. Abandonamos nuestros lugares comodos, calidos y seguros, nuestras madrigueras de amor, nuestras vaginas palpitantes y nuestras vergas henchidas por un solo segundo de inestabilidad porque confiamos que esa misma inestabilidad nos demuestre que tan estables e independientes somos. Que somos nuevos y sensibles. Que no somos muertos.
Pero lo estamos. Y nada va a cambiar eso.
Y es que si lo hace, deseariamos nunca haber deseado. Existir es tan cagante, tan lleno de vagabundeo, tan escabroso. Si encuentras felicidad sera efimera y siempre habra problemas, siempre habra alguien a quien le duela, siempre estaras rompiendote y rompiendo a alguien.
Pero, aunque estoy muerta, quiero conocer que es existir.
Yo se cuan abrupto es decirlo asi. Darme cuenta se sintio exactamente asi, me golpeo en el pecho y me expulso de mi cuerpo podrido. La verdad fue un desequilibrio total.

© Danica Arias, 2014. Todos los derechos reservados.

No hay comentarios: