para estos ojos llorosos que desamparan tu existencia sin mucho disgusto.
Vete y déjame ir.
Caen los cuerpos, gotas cansinas con buen talante,
van desmembrando sus colores entre los palcos.
Se toman y se abandonan unos en otros, entre el telón y la escena,
y cuando se llenan, se abandonan unos a otros
mientras el veinte convierte mi piel en agua
y me derramo por entre sus pechos llenos de mierda.
Tan sólo las cuerdas se mecen aún
con peso torrencial, ingrávido y latente.
Tan sólo ellas pueden continuar su caída.