domingo, 22 de agosto de 2010

Eau d'Ame

Una cruenta lluvia ácida destruía el cielo, la vida y su alma.
Nunca antes pudo sentir tan finamente la punzada del viento traspasarle de esa manera tan particular y ajena.
Sensato, decidió someterse a tal purgante. Sanaría más prontamente de lo que muchos otros soldados.
Preparó el fusil, afianzó la mira, cerró los ojos. Aún disparando se abría paso entre la barahúnda.

-----

Tejía calcetines diminutos de un tono azul grisáceo que le recordaba los ojos del soldado que había partido hacía más de seis meses. El cielo lluvioso también enarbolaba los tonos que sobresalían de las manos delgadas de la jovencilla.
No tendría más de diecisiete y llevaba ya a cuestas uno de casada. Aún parecía frágil con su rostro fresco de niña. Miró el ventanal; el campo, repleto del amarillo vivo de las flores, se agitaba fríamente; ya era agosto de cualquier manera.

Un rayo se le incrustó en el pecho, le hizo henchirse de terror. Le hincó las espuelas el ave negra que todo lo ve.
Su soldado ojos-de-tormenta, se despidió.

-----

Despertó bajo la potente luz blanca del hospital.
Se hallaba repleto de escarificaciones, trofeos cansados de la lluvia ácida en el campo de guerra.
Se miró cuando pudo recobrarse del aturdimiento. Recuento de los daños: Una pierna hasta la rodilla, un brazo ausente, miles de blancas tiras, le fallaba la vista y lo peor...
Había olvidado su existencia. No había más en su cabeza que una centena de cuerpos a medio terminar -¿o sería a medio comenzar?-, dolor y el rostro sonriente de una niña.

-----

Dio a luz a un bastardo con honores. Se le instaló en el hospital del ejército agradeciendo el brutal asesinato del soldado que ella había amado tanto.
Ya no quedaba resquicio de fragilidad ni candidez en su rostro.
El pequeño y nuevo habitante lo sería todo desde ahora.



© Danica Arias, 2010.
Todos los derechos reservados.

martes, 10 de agosto de 2010

Catarsis

Estoy harta de la poesía,  yo amaba la prosa como nadie lo hizo y ahora me veo en el hoyo gigantesco del poema en verso libre y cuadratura moderna.

¿Qué hacer con mi vida y mis abismos?

Nada, nos vemos en Troya.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Y sangramos

Hace un tiempo sucedieron cosas que echaron por tierra otras muchas.
Entonces decidí, como buena cobarde, esconder mi corazón y mis sonrisas; puse, en su lugar, una nube y más sonrisas -todas falsas, pero muy lindas y cálidas-.
La nube serviría para poder soñar e ilusionarme sin mucha profundidad ni tiempo; las veleidades del viento -y yo- le agradecerían su ligereza.
Las sonrisas, para guiñarle a otros corazones más ilusos y menos protegidos.

Una mañana fría de abril, conocí a otro corazón roto. Aún en pedazos era maravilloso, colosal, impresionante y fascinante.
Le amé al instante.
Como nunca, como a nada, como a nadie y como si no existiera más vida que sin ese corazón a mi diestra.
Pero, ya estaba muy malherido y sangraba profusamente.
Murió.
Y me quedé sola de nuevo.
Solos; mi despedazado corazón sin sangre, mis sonrisas fingidas favoritas y yo.
Deseamos compartir todo con el corazón roto muerto. Sí, incluso el "muerto".

Y fue entonces que nos hicimos acompañar de un gato gris, que asusta en las noches de marzo.

Seguimos casi igual sólo...
                                 que ahora podemos sangrar.